Hay tantas realidades percibidas como seres vivos existimos, dentro de esa inmensidad de interpretaciones, existe la mía, que es original. No puedo percibir al mundo más que con mis propios sentidos y darles significado a sus datos más que con mi cerebro. Esto parece obvio pero no lo es porque con frecuencia hablo de la realidad como si sólo existiera una. Comparto al mismo tiempo con todos los demás lo que sucede, pero esto no quiere decir que sepa todo lo que sucede. Menos cuando mi mente está corriendo sus regulares divagaciones, viajando al pasado y al futuro, reconstruyendo historias vividas o inventadas, utilizando las emociones para pintar de colores opacos o brillantes lo que pienso o estoy viviendo.

Cuando hablo de realidad, es de mi realidad de lo que hablo y a la vez no lo es pues de seguro no estoy poniendo atención a lo que está sucediendo, no estoy viviendo momento a momento con todos mis sentidos y mi mente ínter conectados, en ser lo que soy, que además cambia con el tiempo. No lo hago porqué no sé quien soy a un nivel más profundo de lo que pudiera surgir durante la conversación con otra persona o lo que me pudiera decir a mi mismo. No sé quien soy o más bien podría decir que no sé cuál es mi papel en este mundo porque mi mente me lleva todos los días y a todas horas por donde quiere o tiene, pero pocas veces se detiene a sólo estar despierta, sin interpretar, sin deducir, sin imaginar, sin pensar, sin juzgar.

Estoy aprendiendo apenas a darme cuenta de que a lo que le llamo realidad es una ilusión, una idea creada a fuerza de repetición de ciclos mentales. Tengo que convertirme en un estudiante del proceso para detener la narrativa de mi mente para que en esos espacios de silencio mental .... quizá me dé cuenta quien soy y que hago aquí, pero no lo hago buscando ese resultado sino para acercarme cada vez más a mi verdadera realidad.