Existe un tipo de suerte de la que quizá no se habla mucho y es la de encontrar una actividad a la que uno se quiere dedicar muy temprano en la vida. Mientras más temprano mejor porque entonces uno tiene más tiempo para realizarla, para crecer con ella, para profundizar y crear todo un portafolio de cosas interesantes.

Es una suerte como la de sacarse la lotería porque define el camino a seguir o construir cuando la mayoría no sabe que hacer con su vida y se pasa una buena parte de ella buscando esa chispa que le de energía a casa uno de sus días.

Vivir “encendido” cada día, aprendiendo y trabajando en construir sobre algo a lo que uno le encuentra un alto sentido de importancia crea círculos virtuosos.

Ahora si no se encontró esta “actividad directora de la vida” cuando uno es joven, nunca es tarde. La única diferencia es que hay que ser más efectivo en el uso del tiempo y más inteligente para usar los recursos al alcance. También ayuda tener experiencias en diferentes áreas para alimentar eso que ahora nos apasiona.

Una “actividad directora de la vida” es un motor de movimiento continuo que toma la energía de nuestro interior, de nuestro deseo de entender algo en particular, que encierra una belleza extraordinaria para nuestros ojos y que queremos hacer crecer y circular por el mundo.

La buena suerte de dedicar la vida a una “actividad directora” no es algo muy escaso como los números premiados de la lotería, al contrario, es abundante pero no es visible pues se encuentra en la parte posterior de nuestras cabezas, donde no tenemos ojos externos, aunque sí ojos internos pero que hay que activar haciéndonos preguntas como, ¿Quien soy?, ¿A qué vine a este mundo? ¿Cuales son mis talentos? ¿Cómo puedo cultivarlos? ¿Qué puedo hacer con ellos? ¿Qué quisiera dejar al mundo una vez que ya no esté en él?

Las preguntas adecuadas abren nuestra mente a la buena suerte de encontrar la “actividad directora” que nos puede llevar a darle significado a nuestra vida y para irnos de ella bien usados.